Por Paramahamsa Prajnanananda
Como seres humanos dedicamos día y noche a nuestras actividades. La mayoría de nosotros asocia esas actividades con nuestro ego. ¿Qué pasa cuando hacemos algo bueno o tenemos algún éxito o logro importante? Queremos anunciarlo, contárselo a todo el mundo. ¿Supiste que me gané un premio?, ¿supiste que conseguí un nuevo empleo?, ¿supiste que compré una casa más grande? Cualquier cosa que nos pasa o que logramos se convierte en el helio que infla nuestro ego. Deseamos exhibirnos, contar que soy esto o lo otro. E incluso vamos más allá. No nos basta con anunciar nuestro logro. Lo que en realidad esperamos es que alguien nos diga lo estupendos que somos por haberlo obtenido. Si no responde así, entonces determinamos que esta persona está celosa de nosotros. En esencia, nos identificamos con las actividades que desarrollamos y además queremos reconocimiento y admiración por ello. Por ejemplo, si cocinamos, en el fondo estamos esperando que alguien aprecie nuestro plato y diga que está muy bueno. Está bien que alguien aprecie lo que hacemos. Pero no deberíamos sentirnos orgullosos de nuestra cocina, y pensar que somos grandes cocineros. No debería afectarnos que una persona exprese o no su aprecio por los alimentos que preparamos. Sin embargo, sucede a menudo que cuando alguien dice que no le gusta la comida que hemos preparado, decimos que esa persona es mal educada.
Conozca su Mente – Paramahansa Prajñananda
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