Paramahamsa Yogananda
La profecía de Lahiri Mahasaya se hizo realidad cuando Mukunda Lal Ghosh nació de Gyana Prabha y Bhagabati Charan Ghosh, el 5 de enero de 1893.
Mukunda sería más tarde adorado mundialmente como Paramahamsa Yogananda, un profeta para las personas atrapadas en el fango de la ilusión. Un desborde de insaciable sed y absoluto amor por Dios de Mukunda hervía tan intensamente en él, aún en su temprana infancia, que escribía cartas a Dios en el cielo, esperando fervientemente Su respuesta.
Preparado y criado en el yunque del santo cuidado de sus piadosos padres, la chispa espiritual en él crecía día a día, hasta que se convirtió en una luz totalmente radiante y resplandeciente.
Su fuerte e indomable fuerza de voluntad, personalidad dinámica, amor divino, y elevado estado de experiencia espiritual le permitieron ser un faro espiritual, encendiendo el camino del Kriya Yoga para millones de personas en el occidente.
El hecho de que fue divinamente ordenado para ello fue evidenciado por la profecía de Swami Vivekananda: "Yo senté las bases de la espiritualidad, pero después de mí vendrá un mahayogi que les enseñará cómo realizar a Dios a través del yoga."
El uso del lenguaje por parte de Yoganandaji, tanto en sus discursos como en sus escritos, era tan enérgico que los demás fácilmente podían percibir la obra milagrosa de los gurús y de Dios en él. Combinaba la claridad de Swami Vivekananda, la sabiduría de Shankaracharya, y el amor de Chaitanya.
Luego de una década y media de incesante trabajo espiritual en los EE.UU., Yoganandaji regresó a la India en 1935, para el indescriptible regocijo de su amado Gurudev.
Durante su permanencia, muchas grandes personalidades como Ramana Maharshi, Anandamoyee Ma, Kashimoni Devi, la santa esposa de Shyamacharan, y Mahatma Gandhi entraron en contacto con él.
Comprendiendo la importancia y la universalidad del Kriya Yoga como el fundamento científico de todas las religiones, Mahatma Gandhi y sus discípulos en el ashram de Wardha tomaron iniciación de él en 1935.
Durante su permanencia en Kolkota, Paramahamsa Hariharananda tomó iniciación en el segundo Kriya de él. Su Gurudev Shriyukteshwarji le otorgó el más elevado título monástico de paramahamsa durante este período.
Cuando Yoganandaji estaba en la Kumbha Mela, recibió varios llamados urgentes de su Gurudev para que regresara inmediatamente a Puri.
Desafortunadamente, Paramahamsa Yogananda planeaba combinar su regreso a Puri con el día de la fundación del Karar Ashram de Puri el 22 de marzo, día del equinoccio de primavera. El retraso de su viaje de regreso a Puri hizo que se perdiera la salida consciente de su amado Gurudev el 9 de marzo.
Es muy difícil describir la aflicción de un yogui realizado que pierde la compañía física y guía de su Gurudev.
Un encuentro fascinante y milagroso con su amado Gurudev tuvo lugar algunos días después en el Hotel Regent en Mumbai, en la víspera del regreso de Yoganandaji a Occidente. Shriyukteshwarji se materializó en carne y hueso ante Yoganandaji y dio un emocionante relato de su estancia en hiranyaloka.
La vida de Yoganandaji fue memorable, milagrosa, monumental, y marcó una época.
El 6 de octubre de 1951, él escribió a Paramahamsa Hariharananda:
"Mi vida es un remolino de actividad y de lucha por la obra".
Orador talentoso y cantante, inundó los corazones de millones con el agua del amor divino. Sus libros publicados, como Autobiografía de un yogui, Susurros de la Eternidad, El Amante Cósmico y La Ciencia de la Religión, se yerguen como un resplandeciente testimonio de su ilimitada brillantez, erudición, y experiencia con el Ser.
El 7 de marzo de 1952, cuando se brindó un banquete a su Excelencia el Sr. Binay R. Sen, ex Embajador de la India en los EE.UU., Yoganandaji, en medio de su discurso, con una bendita sonrisa, alcanzó el mahasamadhi ante el asombro y el impresionante silencio de todos, cantando una hermosa canción en alabanzas a la eterna gloria de la India:
"Donde el Ganges, los bosques, las cuevas del Himalaya y los hombres sueñan con Dios;
santificado estoy, mi cuerpo ha tocado ese suelo".
El misterioso suceso de su cuerpo físico permaneciendo cómodamente instalado en la paz eterna, sin el más mínimo atisbo de evidencia de descomposición durante veinte días, nos deja pasmados y nos inspira a experimentar el estado inmortal.